Al final de la nota anterior, contaba como había quedado en la interminable cola para ver a Portishead. Milquinientos a mi frente, 700 a mi espalda. Con la mala nueva de que el show iba a ir con una hora de retraso, incidente que me hizo cuestionar si asistir o no, por que lo que yo quería era no perderme un segundo de Devo, y con ese cambio de horario se empalmaban casi justo.
Pasé la hora en la disyuntiva, encima con sed, pero al fin me decanté por entrar; decisión de la que no me arrepentiré nunca.
Cuando entro al Auditori, observo que ya estaba hasta los topes la parte de adelante, pero igual avanzé, ya que no me importaba sentarme o no, sino ver bien. La suerte me esperaba con una butaca en primera fila, en la cual achaté el culo y me daba igual si caían bombas…
Adrian Utley, de Portishead, expuesto a mi flashaso
LO QUE ENCONTRÉ EN EL ARMARIO
No pienso pasar por seguidor de Portishead, por que no lo he sido. Y tampoco sabía mucho más de ellos, a excepción de que venían de Bristol (Islas Británicas) y que eran junto con Massive Attack y Tricky, las santas trinidades de ese sonido conocido por Trip Hop.
Averiguo que Portishead (a 15 km. De Bristol) es la ciudad natal de Geoff Barrow, el tecladista. Que su guitarrista es Adrian Utley y que su cantante (intentaré no adjetivar demasiado sus dones) responde al nombre de Beth Gibbons, y que son un grupo que huye de la etiqueta “trip hop”, por que nunca decidieron pertenecer a ella; Geoff afirma que ni siquiera le gustaba ese género, y es que además lo consideraban una invención mediática.
Hoy vuelven al ruedo después de 11 años, presentando el disco llamado “Third”, con el cual se distancian de su sonido original. Aunque eso si; manteniendo intactas la oscuridad y esa secreta belleza de la desesperación (“Quiet desperation is the english way” dijese Roger Waters)
Coquetean con texturas industriales, revisitan el Kraut Rock alemán. Observan el mundo, y aunque no traen buenas noticias, son una banda fuera de serie.
ORFEBRES DE ATMOSFERAS
El recital se abre con “Silence”, una voz en portugues nos dice que lo que uno da es lo que recibe, y que es una lección que hay que aprender…a partir de ahí van tejiendo un set de alto contenido emotivo y cerebral en dosis similares. Es que esta mujer despierta un duende que estremece. Y la banda es un mecanismo atómico donde todo suena en un perfecto ensamble.
Estar allí delante, paladeando aquella aplanadora sónica, con la acústica del auditori, significó una experiencia difícilmente comparable.
Luego hicieron “Hunter”, “Mysterons”, “The Rip”, ¡ “Glory Box”! Si, algo había sobrevolando la sala, y no eran precisamente moscas…
Se alternaban temas viejos y nuevos, la pantalla en blanco y negro, se retroalimentaba con imágenes del concierto pero con desfase.
Arte en estado puro, que soy conciente que no significa demasiado , pero lo repito: Arte en estado puro.
Luego se fueron, y volvieron para los bises.
Hicieron “Roads” (de la peli Réquiem por un sueño) y para mi pesar no podía dejar de pensar en la hora. Decidí salir mientras sonaba esta joya angustiosa que quema el alma, y llevarme la imagen por los cielos, por lo tanto no vi el final.
Parce que Beth bajó del escenario e invitó a quienes allí estaban a invadirlo, cosa que por supuesto hicieron, dejando un absoluto gusto a cosa especial a quienes lo vivieron.
Pero en tanto eso ocurría, yo ya estaba haciéndome lugar para ver a los portavoces de la Iglesia de los Sub Genios y de la Devo=lution.