martes, 10 de febrero de 2009

EL PENULTIMO VIAJE DE SYD BARRET

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“Y la muerte, no tendrá señorío”
Dylan Thomas


“… y libre como un pájaro en el viento…”
Syd Barret (Bob Dylan Blues)

(Fondo musical: Interestellar Overdrive)

Psicodelia: Término acuñado por el Dr. Humphrey Osmond cuyo significado es: “Lo que despliega el Alma”.

Esta es una historia Psicodélica. Aunque en realidad no es una historia. Aquí está Syd. Su locura. Nuestra despedida. Las viejas y benditas coincidencias…

EL LUMINOSO PSICONAUTA

Roger Keith (alias Syd) Barret, ingresó a este extraño mundo hace 60 solsticios, y por lo pronto, no volverá a ver otro, al menos desde su refugio de ermitaño, en su casita de las afueras de Cambridge.
Syd Barret ha volado. Pequeño pájaro policromático, que jamás se recuperó de sus heridas.
Voló… y con él, la humilde esperanza de quienes creíamos que algún día volvería…

Syd Barret fue el poeta, el buscador, el más arriezgado viajero de la mente. Syd Barret fue Pink y fue Floyd. El más original y vanguardista compositor y músico de una época brillante e increíble… el Rimbaud del Rock…

Con 21 solsticios graba con Pink Floyd uno de los más bellos e inquietantes discos de la historia del Rock (si cabe el término) “The Piper at the gates of dawn” (El flautista en las puertas del amanecer, título tomado del 7º capítulo del clásico infantil “El viento entre los sauces”)
Por esos mismos días, yo hacía mi ingreso a este extraño mundo.

LA BANDA QUE DESAYUNABA CON ASTEROIDES

Tal vez un año o dos antes, Syd había ido con sus amigos a un bosquecillo no lejos de sus casas; y allí comulgó por primera vez con el sacramento sintetizado por el Dr. Albert Hoffmann en 1943: la dietilamida del ácido lisérgico (el LSD)
Los alucinógenos expandieron una mente ya de por si muy creativa, su sensibilidad estalló en mil direcciones. La genialidad de Syd asombra a todos. Todo lo que hacía brillaba como el sol. Fue un diamante que brilló y brilló, y cuando su entorno decidió darse cuenta, ya era tarde, el delicado complejo mental de Syd se había averiado.

Su historia es como la de un príncipe de una de sus fábulas, a quién un oscuro mago transforma en un lunático y aterrorizado batracio.
Es también un claro símbolo de los 60. Esplendor y ocaso de un tiempo que pretendió cambiarlo todo.
Fue al final una historia triste: la del hombre extraviado en su propio laberinto.
Y yo, en esta noche de insomnio, estoy muy triste como para seguir contándola.

LA DESPEDIDA

Contaré en cambio algo curioso que me ocurrió hace ahora tres días.
Hace tres días, Syd dejaba este extraño mundo, a causa de una complicación diabética.
Hace tres días, yo me encontraba internado como voluntario, en el Hospital de la Santa Creu i San Pau, en el marco de un estudio científico sobre efectos y posibles aplicaciones de un compuesto alucinógeno de origen amazónico llamado Ayahüasca, o Yaghé, según de que tribu hablemos.
Ese día tomé la droga (O sacramento, o conductor vegetal, según se mire) y, muy previsor, me había llevado una buena selección de música para acompañar la experiencia.
Y todo fue perfectamente en todo momento; hasta que en mis auriculares suena el “Bob Dylan Blues” de Syd solista, ¡Y allí estaba él!... Con uno de esos sombreros de copa, cantando. Y yo podía ver cada uno de sus gestos en las inflexiones de su voz.
El “Bob Dylan Blues” es una balada, y una de mis canciones favoritas de todos los tiempos, es muy sencilla y solo se acompaña de su guitarrita española.
Pero entonces, algo empezó a ir no del todo bien.
Su cara empezó a desformarse, y a mi me dio un rapto de tristeza, que era algo que no podía permitirme en las condiciones del estudio.
Por esa razón (mentalmente) me dirigí al espectro con todo respeto y me despedí. El espectro a su vez me hizo una reverencia con su sombrero de copa.
Apagué entonces el discman por un rato, intentando comprender que había sido eso.
Pero no lo supe hasta el otro día, en el que el Tío me cuenta la mala nueva: “Che viste? Se murió Syd Barret”
A mi me recorrió un escalofrío, y una emoción me embargó por un buen rato.
La coincidencia para mí era aún más significativa por que el día que me entero, Bob Dylan cantaba en el festival por la Paz de país Vasco, festival al que hacía semanas estaba embalado para ir, pero que por el motivo del estudio de ayahüasca no pude hacerlo.
Esto fue así, y en cuanto a mí, fue mi adiós a Syd; uno de los artistas que más han influído sobre mí, y de quién pude aprender hasta de sus malas decisiones.

Syd amaba los gatos (escuchen “Lucifer Sam”)
Syd amaba el I Ching (escuchen “Chapter 24”)
Pero no escuchó a Lao Tsé cuando dijo: “Hay que ser prudentes, como quién cruza un río en primavera” Y es que el deshielo puede provocar una crecida…

EL INCREÍBLE HOMBRE MENGUANTE

“Los genes de la locura no desaparecen pues constituyen un ejemplo de `efecto cumbre ´ evolutivo, en que las mutaciones de distintos genes son todas benéficas, excepto cuando se juntan en una sola persona, o evolucionan demasiado. Al llegar a este punto de repente se combinan para producir un desastre”
Esto es lo que dice Randolph Neese, un estudioso que también opina que la esquizofrenia podría se el resultado de sumar un exceso de cosas buenas en una persona.
Factores genéticos y ambientales que normalmente son buenos para el funcionamiento del cerebro y que se juntan en un solo individuo, pero en tanto estos genes no se combinen.

Lo de Syd fue diamantino, y un exceso de cosas buenas. Luego, la fatal combinación, y al final: Un diamante astillado, oculto de la Luz.

UN POEMA

No será fácil mi regreso
(pero que fácil al fin)

Nuestro propósito labra aún la Historia Cósmica
Iluminadores episodios/ gemir de perros/ un día despertar y otro sufrir.

El parpadeo digital. La marca de Urano.
Las estrellas (bien dijiste Syd)
Las estrellas pueden aterrorizar

La laboriosidad de ciertos acelerados
en el formateo
de todos y cada uno de nuestros deseos y sus
endiablados empalmes
Conduciéndonos a un material mucho más duro

Las noches comprimidas
Los ceros absolutos, los no-muertos aleteando.
El exacto ritmo de la trampa.

Vuelve el designio (entre iluminadores episodios…)
Guiándonos

La Lucecita monitorea tu despegue

Me reservo una esquina del destino
para encontrarnos cuando al fin vuelvas al juego.
Y te aseguro que esa vez ya no habrá lágrimas
que nos salpiquen los recuerdos…

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